Una de las frases célebres de Einstein es que un verdadero sabio admite que no sabe nada. ¿Qué nos queda para el resto? Después de errar de manera inapelable al tipo de cambio en los últimos meses, aunque queda año para acercarse algo a nuestra proyección de tipo de cambio bajo los $850 a fin de 2024, corresponde mirar qué ha pasado, un verdadero baño de humildad.
Primero, vamos a los datos. ¿Es cierto que el peso chileno ha sufrido una caída mayor a la de sus pares? En tipo de cambio real, una medida completa de cómo se ha comportado el peso frente a una canasta de monedas desarrolladas y emergentes, estamos desviados (depreciados) en torno a un 10% con respecto a los promedios de las últimas décadas. Eso da cuenta de un castigo importante, aunque algo menor a los que han gatillado intervenciones por parte del Banco Central. Si nos comparamos con la región, desde fines de junio del año pasado, cuando comienza a tomar fuerza el ciclo de recorte de tasa de política monetaria en Chile, el peso ha acumulado una depreciación de 20% versus movimientos muchísimo más acotados en el resto de las monedas de América Latina. Si bien se puede considerar que ha habido cambios de ritmo en los planes de recortes del Banco Central, que explicarían la velocidad con que nos hemos depreciado, la magnitud sin duda destaca aún controlando por esos factores.
En segundo lugar, si revisamos modelos de más corto plazo, aquellos que buscan entender de dónde vienen los movimientos del tipo de cambio a través de variables financieras globales y locales (sin siquiera pretender proyectarlo sin un amplísimo margen de incertidumbre), las estimaciones muestran que el peso estaría más de 15% depreciado respecto de estimaciones realizadas con datos hasta el cierre de 2019. Lo que se ve no se pregunta, recordando a un grande. Si agregamos información posterior a esa fecha y ajustamos el termómetro a la situación de la economía, su institucionalidad actual y la incertidumbre que no se reduce, al cierre de febrero tenemos un menor desacople, es decir, el elevado tipo de cambio que hemos observado estaría en parte explicado. ¿Cada país tiene el tipo de cambio que merece?
Pero hay que tener cuidado con esa lectura. En promedio, el modelo funciona y va aprendiendo de sus errores, pero es bueno ponerlo a prueba de un manera más ácida. ¿Qué hubiese proyectado para el tipo de cambio a febrero de este año con información hasta justo antes del inicio del ciclo de recorte de tasas por parte del Banco Central? Si congelamos la historia a fines de junio de 2023, a pocas semanas del primer recorte de 100 puntos base del Banco Central, lo que lo puso en la pole position de los bancos centrales en términos de ciclo, el modelo arroja valores cercanos a $900 por dólar, una gran distancia incluso con la caída de los últimos días de febrero. Así las cosas, podemos explicar lo que ha pasado, pero la sorpresa en la reacción del tipo de cambio fue muy significativa y llama a revisar escenarios alternativos.
¿Qué esperar a mediano plazo? El balance de noticias positivas en actividad a favor de Chile de los últimos días, alguna señal de la anhelada desaceleración de EE.UU., caídas adicionales de inflación en ese país y una Reserva Federal que finalmente inicie sus recortes hacia junio de este año, debieran apoyar una debilidad del dólar global y una apreciación adicional del peso. Por su parte, un Banco Central que recorte tasas algo más lento de lo que estima el mercado a nivel local también debiera ayudar. Así, a pesar de los desvíos significativos, los astros se estarían alineando para una reversión del tipo de cambio desde los tensos casi $ 1000 por dólar.
¿Qué ocurre si nos quedamos con un tipo de cambio en estos niveles? Más temprano que tarde debiera implicar algún traspaso a inflación, con lo que el Banco Central moderará de manera significativa el ritmo de recortes, para compensar ese efecto. Con todo, esperemos que los factores locales y externos den un respiro, el tipo de cambio deje de levitar y tome mayor aplomo hacia el segundo semestre del año.