"La economía digitalizada y desmaterializada ya está aquí y su propagación es imparable".
PARÍS– El año 2014, en un libro, el premio Nobel de economía Joseph E. Stiglitz y Bruce C. Greenwald sostuvieron que la dotación social más importante es la capacidad de aprender. Hoy en día, es cada vez más evidente que la “sociedad del aprendizaje” no sólo se ha creado, sino que está comenzando a impulsar a nuestras economías.
Desde el siglo XIX hasta hace unos 25 años, las empresas invirtieron en gran medida en infraestructura física y maquinaria, desde ferrocarriles hasta vehículos. Pero en el último cuarto de siglo, la inversión en los llamados activos intangibles, como la propiedad intelectual, la investigación, el software y las habilidades gerenciales y organizativas, se ha disparado. Una investigación reciente del McKinsey Global Institute (MGI) halló que hasta el año 2019, los intangibles representaban el 40% de toda la inversión en Estados Unidos y en diez economías europeas, es decir un 29% más que en el 1995. Y la inversión en intangibles parece haber aumentado nuevamente en el año 2020 a medida que la digitalización se aceleraba en respuesta a la pandemia de COVID-19.
Creemos que esta tendencia apunta con fuerza al surgimiento de un nuevo modelo de capitalismo, en el que el éxito de las empresas se medirá más por sus personas y las capacidades de estas que por sus máquinas, productos o servicios. Además, creemos que no hay vuelta atrás. Es evidente que empresas como Amazon, Apple, Facebook y Microsoft están creciendo de forma espectacular y logrando un hipercrecimiento.
Es posible que los intangibles estén impulsando este fenómeno. Al fin y al cabo, existe una correlación entre la inversión en intangibles y una mayor productividad y crecimiento. La investigación de MGI halló que las empresas del cuartil superior de crecimiento invierten 2,6 veces más en activos intangibles que el 50% inferior de las empresas. Asimismo, los sectores económicos que han invertido más del 12% de su valor añadido bruto (VAB) en activos intangibles crecieron un 28% más rápido que otros sectores.
Las economías en las que aumenta la inversión en activos intangibles también registran un crecimiento de la productividad total de los factores. En particular, las únicas empresas que fueron capaces de mantener las tasas de crecimiento del año 2019, después que la pandemia golpeara a principios de 2020, fueron las que habían invertido significativamente en toda la gama de intangibles: innovación, datos y análisis, así como en capital humano y capital de marca.
En un mundo desmaterializado, digitalizado e impulsado por el conocimiento, los rendimientos corporativos, la productividad y el crecimiento económico estarán cada vez más vinculados a dichos activos. Sin embargo, para liberar su verdadero valor es necesario no sólo invertir en ellos, sino también desarrollar las habilidades y los conocimientos de gestión, o capital humano, necesarios para hacer un uso eficaz de ellos. Una encuesta de MGI a más de 860 ejecutivos indica que la principal diferencia entre las empresas de rápido crecimiento y las de lento crecimiento es que las primeras no sólo invierten más en intangibles y aprecian su importancia para impulsar la ventaja competitiva, sino que también se centran en desplegar dichos intangibles de manera eficaz.
La creciente prominencia de los intangibles agudiza aún más el imperativo de acrecentar las habilidades y capacidades. Esta nueva forma emergente de capitalismo es potencialmente maravillosa para las personas calificadas con habilidades altamente transferibles, pero algo más temible para los menos calificados y con menos conocimientos digitales. Las empresas que carecen de los recursos para realizar las inversiones necesarias en intangibles también podrían quedarse más rezagadas. La economía desmaterializada, por lo tanto, si no se gestiona bien, corre el riesgo de convertirse en una receta para la desigualdad.
Investigaciones anteriores realizadas por MGI hallaron que una de las características clave que distingue a las empresas “superestrellas” es su inversión en intangibles, inversión que incluye un gasto a gran escala para aumentar las habilidades y capacidades de las personas con las que trabajan. Ya en el año 2019, por ejemplo, Amazon anunció planes para gastar $700 millones a lo largo de seis años para volver a capacitar a 100.000 empleados. Otros gigantes tecnológicos, incluidos Google e IBM, han desarrollado esquemas similares.
Pero la creciente concentración de ingresos y ganancias en un pequeño grupo de empresas exitosas corre el riesgo de aumentar las disparidades relativas a los ingresos y la riqueza. Las empresas superestrellas con gran cantidad de intangibles tienden a emplear a menos personas, quienes están más altamente calificadas y son mejor pagadas; y, dichas personas generalmente son más productivas que los empleados en empresas menos digitalizadas. Si estas superestrellas avanzan aún más, entonces la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, el porcentaje que se destina a la remuneración de los trabajadores, podría disminuir aún más.
Esto no quiere decir que las empresas exitosas que se basan en los intangibles deban verse limitadas respecto a expandirse aún más o en cuanto a capacitar a sus propios empleados. Dichas empresas son importantes fuentes de innovación y crecimiento de alta productividad, y tienen formidables incentivos para seguir invirtiendo en intangibles. Por el contrario, las empresas y los gobiernos deberían hacer todo lo posible por propagar las competencias que abrirán oportunidades a más personas y a más empresas dentro de la economía digital.
Está en juego un enorme valor. Si se tiene en cuenta la creciente evidencia sobre la correlación entre la inversión en intangibles y el crecimiento del VAB, los ejecutivos y los formuladores de políticas deberían preguntarse qué se necesitará para aprovechar las oportunidades que representan los intangibles. Si un 10% adicional de empresas alcanzara la misma proporción de inversión en intangibles y en crecimiento del VAB, poniéndose a la par con los principales productores, esto podría producir un millón de millones de dólares adicionales en VAB, o un aumento del 2,7% a lo largo de todos los sectores en las economías de la OCDE.
Los gobiernos pueden desempeñar un papel clave en la recapacitación y en velar a favor de que se cuente con la infraestructura de conocimiento adecuada. Eso significa centrarse en la educación, Internet y otras tecnologías de la comunicación, la planificación urbana y el gasto público en ciencia.
La economía digitalizada y desmaterializada ya está aquí y su propagación es imparable. El desafío es gestionar la transición en una manera que beneficie a muchos y no sólo a unos pocos.
Columna redactada por: Eric Hazan (socio gerente de McKinsey & Company), Jonathan Haskel (profesor de economía en el Imperial College de Londres) y Stian Westlake (director ejecutivo de Políticas e Investigación en Nesta).
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