La confusa matemática fiscal de Biden

Willem Buiter
may 10, 2021

"Se calcula que los ingresos por el impuesto a las ganancias personales a nivel federal serán 1,93 billones de dólares para 2021".

NUEVA YORK– Ahora que la administración del presidente norteamericano, Joe Biden, ha propuesto un Plan de Empleo Estadounidense y un Plan para las Familias Estadounidenses, está buscando por lo menos 4 billones de dólares de ingresos impositivos adicionales. A diferencia de los seis programas fiscales relacionados con la pandemia que se implementaron entre el 6 de marzo de 2020 y el 11 de marzo de 2021, estos nuevos paquetes de gasto no están destinados a ofrecer un estímulo económico inmediato. Como son programas sociales y redistributivos que se centran más en el lado de la oferta, necesitarán estar financiados con mayores impuestos o con recortes del gasto. Y si tenemos en cuenta que este tipo de recortes compensatorios no están en consideración, los incrementos impositivos parecen inevitables.

Por supuesto, la brecha de ingresos podría terminar siendo considerablemente mayor que 4 billones de dólares si el Plan de Rescate Estadounidense de 1,9 billones de dólares implementado en marzo pasado no se puede cubrir del todo sólo con mayores déficits. En ese caso, la administración Biden tal vez necesite agregar otro billón de dólares a su meta de ingresos tributarios. Pero para los fines actuales, consideraremos qué hará falta para recaudar 4 billones de dólares.

El Plan de Empleo Estadounidense es un programa de gasto y de créditos impositivos de ocho años que requiere 2,25 billones de dólares de nuevo financiamiento tributario, y se espera que el Plan para las Familias Estadounidenses (todavía incipiente) sea aproximadamente del tamaño del Plan de Rescate Estadounidense. En ambos casos, los gastos adicionales se producirán en el transcurso de diez años, lo que exigirá otros 400.000 millones de dólares anuales durante los próximos diez años. Esta meta es alcanzable, pero la carga muy probablemente recaerá no sólo en los ricos sino también en la clase media.

La solución de la administración Biden es el Plan Fiscal Hecho en Estados Unidos (MATP), que reveló junto con el Plan de Empleo Estadounidense. Pero el MATP en realidad no es adicional. Biden y sus asesores han propuesto un conjunto desconcertante de reformas del impuesto corporativo destinadas a recaudar 2,5 billones de dólares en los próximos 15 años, cuya característica principal es un incremento de la tasa del impuesto corporativo del 21% al 28%. También habría una tasa mínima del 21% sobre las ganancias globales de las corporaciones estadounidenses, un impuesto mínimo del 15% sobre el “resultado contable” (las ganancias reportadas a los inversores, que por lo general son muy diferentes de las que se usan para calcular la obligación fiscal), y varias medidas para desalentar a las empresas estadounidenses de trasladarse al exterior para evadir impuestos.

Pero, más allá de estas previsiones, la realidad es que las corporaciones multinacionales han demostrado ser sumamente adeptas a reubicar su actividad en países con bajos impuestos, alimentando décadas de competencia fiscal. Como resultado de ello, las tasas de los impuestos corporativos globales (ponderadas por el PIB) cayeron del 46,5% en 1980 al 25,9% en 2020, mientras que las tasas más elevadas están principalmente en el África subsahariana. En consecuencia, el plan de Biden depende de una cooperación internacional significativa, y la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, ha debidamente propuesto un impuesto corporativo internacional que se aplique a las compañías multinacionales más allá de dónde se encuentran sus casas matrices.

Pero es poco probable que este tipo de política coordinada tenga éxito. Después de todo, ni siquiera la Unión Europea ha logrado coordinar los impuestos de sus estados miembro. Mientras que Alemania y Francia imponen tasas de impuesto corporativo del 29,9% y del 32% respectivamente, la República de Irlanda grava el ingreso corporativo a una tasa de apenas el 12,5%.

La administración Biden sostiene que los incrementos que propuso para el impuesto corporativo servirían para recaudar otros 2 billones de dólares en 15 años –o 1,33 billones de dólares en diez años- a partir de las ganancias de las empresas en el exterior. Pero esta estimación parece optimista. En 2017, la tasa del impuesto corporativo de Estados Unidos era del 35% y el ingreso por el impuesto corporativo fue de 297.000 millones de dólares. En 2019 –después que la reforma impositiva de la administración Trump había reducido la tasa al 21%-, ese monto de ingreso cayó a 230.000 millones de dólares. Para que la matemática de Biden funcione, el ingreso por los impuestos corporativos tendría que ser 133.000 millones de dólares más alto –alrededor de 363.000 millones de dólares por año.

Asimismo, aún si el ingreso deseado a partir del impuesto corporativo se pueda aumentar, tendrá un costo. Un impuesto corporativo más alto tiende a traducirse en mayores egresos de capital, una caída en el ratio doméstico de capital-mano de obra y, por ende, en salarios reales (ajustados por inflación) más bajos. Es por esto que el sentido común de los profesionales de la economía es que, más allá del corto plazo, los impuestos corporativos son impuestos implícitos a la mano de obra. En tanto distorsionan las decisiones de inversión, son considerados aún más nocivos que los impuestos salariales explícitos. Existe una amplia investigación que sugiere que deberían ser eliminados.

En cualquier caso, aún si la administración Biden puede cumplir con sus objetivos de ingresos a partir del impuesto corporativo, seguirán faltándole 2,67 billones de dólares después de diez años. Para resolver esta deficiencia, los impuestos federales a las ganancias personales sobre quienes ganan más de 400.000 dólares por año tendrán que aumentar. Teniendo en mente que quienes ganan 400.000 dólares por año forman parte del 1% y 2% que más ganan entre todos los asalariados, ¿esto permitirá recaudar otros 267.000 millones de dólares por año?

Se calcula que los ingresos por el impuesto a las ganancias personales a nivel federal serán 1,93 billones de dólares para 2021. En 2015, el 1% superior ganaba aproximadamente el 21% de todo el ingreso y pagaba alrededor del 39% del ingreso total por el impuesto a las ganancias; el 2% superior ganaba aproximadamente el 26% de todo el ingreso y pagaba alrededor del 47% del ingreso total por impuesto a las ganancias. Si los porcentajes de pago se mantienen relativamente estables con el tiempo, el 1% superior pagará unos 773.000 millones de dólares en 2021 y el 2% superior, unos 908.000 millones de dólares. A partir de nuestro cálculo aproximado y somero, el 1% superior tendría que pagar 35% más para cumplir con la meta de ingresos de la administración Biden; de la misma manera, los pagos impositivos del 2% superior tendrían que ser 29% superiores cada año durante diez años.

Ahora bien, cobrarles aproximadamente un tercio más de impuestos a los ricos de manera sostenida no será fácil. Alcanzar una meta de ingresos tan ambiciosa muy probablemente exija una base impositiva más amplia, en lugar de sólo impuestos más altos a los ricos. Fuera de Estados Unidos, esto podría lograrse con un aumento del impuesto al valor agregado (IVA) –un impuesto indirecto de tasa única y de base amplia con pocas exenciones que pagan todos los consumidores-. Aunque un impuesto al estilo IVA no cumpliría con los objetivos distribucionales de Biden (y tal vez se toparía con objeciones constitucionales), podría al menos cumplir con su meta de ingresos.

Por ahora, sin embargo, es poco probable que las propuestas actuales para incrementos en los impuestos corporativos y de ganancias personales financien plenamente los planes fiscales post-pandemia de Biden. Habrá que poner sobre la mesa una ampliación de la base tributaria.

Columna redactada por: Willem Buiter y Anne Sibert Buiter. 


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