La estrategia política que se espera de Biden tendrá un efecto drástico en la economía europea, que sigue dependiendo marcadamente de las exportaciones.
STANFORD – La mayoría de los europeos están felices de que Joe Biden sea el próximo presidente de Estados Unidos. Si se dan cuenta o no de que las políticas económicas de Biden pondrán al euro y a Europa en un aprieto es otra historia. La nueva administración norteamericana querrá que el euro se mantenga fuerte frente al dólar para mantener la economía de Estados Unidos en marcha.
Con el objetivo de impulsar el gasto en la respuesta a la pandemia, en el medio ambiente y en infraestructura, la Casa Blanca de Biden sin duda presionará a la Reserva Federal de Estados Unidos para que mantenga bajo el valor del dólar, más allá de cuánto más estímulo fiscal pueda conseguir del Congreso. Y al haberle concedido tantos favores a Donald Trump, el presidente de la Fed, Jay Powell, no estará en condiciones de decirle que no a Biden. En este contexto, fue un golpe de genialidad de Biden nombrar a Janet Yellen para desempeñarse como secretaria del Tesoro. Al haber antecedido a Powell en la Fed, todavía tiene una influencia considerable allí. Con razón, Wall Street está apostando fuerte contra el dólar estadounidense en el próximo año o dos.
La estrategia política que se espera de Biden tendrá un efecto drástico en la economía europea, que sigue dependiendo marcadamente de las exportaciones. En 2019, las exportaciones representaron el 46,9% del PIB de Alemania, el 31,8% del de Francia y el 31,5% del de Italia. Los europeos no pueden darse el lujo de sentarse a ver cómo se fortalece el euro hasta el punto que estrangule sus exportaciones.
La mejor solución sería que Alemania implementara un estímulo fiscal, ya que esto “internalizaría” una buena parte del comercio de la UE, haciendo que la apreciación del euro frente a otras monedas se volviera irrelevante. En lugar de exportar a Estados Unidos, los italianos podrían exportar más a Alemania y a otros países del norte de la eurozona, ya que el estímulo adicional habrá ofrecido los medios para mayores compras desde el sur. Los europeos tienen un mercado interno gigantesco; es hora de usarlo, aunque más no sea para mitigar una corrida del euro que podría dividir a la Unión Europea.
De la misma manera que Estados Unidos forzó un alivio cuantitativo para Europa para salvar su propia economía de un euro sobrevaluado en 2014, las políticas de Biden probablemente fuercen una política fiscal expansionista para los alemanes por la mismísima razón. Si esto sucede, el factor decisivo esta vez habrá sido el Brexit. Si el Reino Unido no hubiera abandonado la UE, las posibilidades de un estímulo fiscal alemán y de un nuevo modelo de comercio internalizado de la UE habrían sido prácticamente nulas.
Como Karl Kaiser, ex director del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, le dice a Roger Cohen de The New York Times, “El Brexit hizo que la canciller alemana, Angela Merkel, estuviera dispuesta a abandonar posturas que habían sido sagradas”. Merkel tenía miedo de que otros abandonaran la UE si Alemania no cambiaba sus políticas fiscales. Del mismo modo, el nuevo fondo de recuperación de 750.000 millones de euros de la UE, quizás el mayor logro de Merkel, no habría sucedido si los británicos se hubiesen quedado en el bloque. Como explica Cohen, “La Unión Europea ahora puede endeudarse como cualquier gobierno –un paso hacia el estatus soberano y un medio para financiar el fondo de recuperación pandémico de 918.000 millones de dólares que una presencia británica probablemente habría bloqueado”.
Parecería que los británicos abandonaron la UE en el momento justo. El nuevo presidente de Estados Unidos, frente a una serie de demandas de políticas urgentes en casa, estará en una posición fuerte para empujar a los alemanes precisamente en la dirección que necesitan tomar –hacia un nuevo modelo de mayor estímulo fiscal de la UE y de comercio internalizado.
Ya que este cambio, que podría terminar siendo un fuerte antídoto para el populismo europeo, ayudaría a armonizar las relaciones entre Estados Unidos y la UE y beneficiaría a la economía estadounidense y a la europea, nadie en Washington o en Bruselas debería derramar una lágrima por la partida de Gran Bretaña. Los alemanes tal vez no estén ansiosos por adoptar el modelo de comercio internalizado, pero deberían reconocer que el Brexit, en este caso, es bueno para Europa. Ha introducido la posibilidad de un modelo de política monetaria y fiscal mixto que sería mucho más efectivo que la estrategia estrictamente basada en la política monetaria que ha dominado las decisiones de la UE desde la crisis financiera de 2008.
Es verdad, el Banco Central Europeo ha hecho maravillas con su política monetaria expansionista en los últimos doce años. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, y su antecesor, Mario Draghi, son dignos de elogio por sus decisiones audaces en materia de políticas. Dado que el diferencial del rendimiento de los bonos soberanos entre los países del norte y del sur de la eurozona se ha achicado drásticamente, el BCE ha logrado integrar financieramente a las dos regiones por primera vez en la historia. Es más, los rendimientos de los activos periféricos más riesgosos ahora están en mínimos históricos, o cerca.
Estos desarrollos financieros han sido excelentes para la unidad y la solidaridad europeas. Pero la historia muestra que la política monetaria por sí sola no puede ejecutar la tarea de ofrecer un fuerte crecimiento económico. Aunque el euro siga alcanzando nuevos picos, la economía europea se está desplomando y el BCE sigue incumpliendo su meta de inflación de “por debajo pero cerca del 2%”. En siete de los últimos ocho años, la inflación ha estado más cerca del 1% que del 2% y el mercado espera que esto continúe en los próximos diez años.
Esto es inaceptable. Afortunadamente, al permitir que la política fiscal se sume a la combinación de políticas de la UE, el Brexit es precisamente lo que Europa necesita para implementar una política de estabilización macroeconómica más efectiva, y para lidiar con una política monetaria actual “proteccionista” de parte de la Fed.
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