"Es probable que muchas de las prácticas de distanciamiento social adoptadas durante la pandemia persistan".
BERKLEY– Gracias a la veloz campaña de vacunación, las cifras de contagios, hospitalizaciones y muertes por COVID‑19 en Estados Unidos están en retroceso, y se alivian las restricciones a la actividad económica derivadas de la pandemia. Pero a pesar de la mejora gradual en los mercados laborales, la recuperación económica ha sido lenta y despareja, y todavía queda mucho trecho por recorrer.
Las últimas cifras oficiales indican que hoy en Estados Unidos hay unos 9,5 millones de puestos de trabajo menos que al comenzar la recesión, y casi 12 millones menos respecto de la tendencia prepandemia. La tasa de desempleo (con el ajuste requerido por la marcada reducción de la participación en la fuerza laboral) ronda el 10%, y es todavía mayor en el caso de afroamericanos, hispanos, mujeres y personas con menos formación; en esto se reflejan al mismo tiempo el efecto desigual de la pandemia y otras disparidades que ya existían en el mercado laboral desde antes.
Otra tendencia que es anterior a la COVID‑19 es la transformación del trabajo como resultado de la automatización y de la digitalización, procesos que la respuesta de empresas y consumidores a la pandemia aceleró. Esto también amenaza con profundizar desigualdades preexistentes, dada la sobrerrepresentación de la población negra e hispana en los puestos de trabajo que corren más riesgo frente a la automatización.
Una recuperación sostenida hasta llegar al pleno empleo y a una oferta abundante de «empleos de calidad» demandará una importante reubicación de trabajadores, desde los puestos con baja cualificación y remuneración que desaparecieron como consecuencia de la pandemia hacia otros nuevos que demandarán más habilidades y capacitación. En un estudio reciente del McKinsey Global Institute (MGI) se halló que es posible que hasta un 25% «más de trabajadores que lo que se había calculado» deban «cambiar de ocupación».
La pandemia tuvo un profundo impacto en los puestos de trabajo que exigen mucha proximidad física y contacto cara a cara (meseros, vendedores minoristas, recepcionistas, personal de estadios, estilistas y otras tareas de baja remuneración); en estas ocupaciones de primera línea también hay una importante sobrerrepresentación de mujeres, minorías y personas con menos formación.
Es probable que muchas de las prácticas de distanciamiento social adoptadas por consumidores y empresas durante la pandemia persistan. En 2020, las ventas del comercio electrónico aumentaron más del 32%, un ritmo de crecimiento entre 2 y 5 veces más veloz que el promedio de los cinco años anteriores. Y muchos consumidores dicen que seguirán comprando por Internet cuando la pandemia termine.
En tanto, la supervivencia de muchas empresas dependerá de la capacidad para adoptar el teletrabajo, una práctica que siempre fue muy resistida. Pero ante la creciente evidencia de que los teletrabajadores pueden trabajar más horas y ser másproductivos, muchas empresas tienen planes de adoptar esquemas de trabajo híbridos después de la pandemia.
Según un análisis que hizo el MGI de más de 2000 actividades en unas 800 ocupaciones, una cuarta parte de los trabajadores en las economías avanzadas podrían cumplir sus tareas en forma remota entre 3 y 5 días a la semana sin pérdida de eficacia. Eso supone una cantidad entre 4 y 5 veces superior de personas que trabajen a distancia en forma habitual.
Pero existe una correlación entre teletrabajo y remuneración. Un estudio realizado en Estados Unidos en abril del año pasado determinó que más o menos el 60% de los puestos de trabajo mejor remunerados podrían desempeñarse en forma remota, mientras que para los menos remunerados el porcentaje es 34%. No es extraño que la pérdida de empleo en Estados Unidos haya sido mucho menor en la parte superior de la escala salarial.
La adopción permanente y generalizada del teletrabajo provocaría grandes cambios en los centros urbanos y en el sector del mercado laboral dedicado a la provisión de servicios en edificios de oficinas, restoranes, hoteles y tiendas. Antes de la pandemia, ese sector comprendía alrededor de uno de cada cuatro puestos de trabajo en Estados Unidos (y una proporción importante y creciente del empleo de personas sin educación terciaria). Ahora, una investigación reciente confirma que el aumento del teletrabajo relacionado con la pandemia ha sido acompañado por una disminución de la demanda de servicios locales en las ciudades.
Un incremento del teletrabajo puede generar cambios permanentes en la geografía del empleo y alentar una migración duradera de personal altamente capacitado desde las grandes ciudades caras que otrora fueron los motores de la creación de empleo. Ya se ven señales (surgidas de los datos sobre alquiler residencial y de la proporción de locales desocupados en Estados Unidos y en Europa) que indican cierto grado de migración de trabajadores y empresas desde áreas costeras caras hacia ciudades más pequeñas. Además, ya hay países enteros compitiendo por atraer teletrabajadores sin ataduras geográficas; por ejemplo, Estonia y Georgia flexibilizaron las condiciones para el otorgamiento de visas temporales, y Grecia está ofreciendo incentivos fiscales.
En tanto, las empresas están invirtiendo en tecnologías digitales y automatización para hacer posible una mayor distancia física entre empleados y aumentar la flexibilidad ante cambios en las pautas de demanda. Robots y aplicaciones de inteligencia artificial han ayudado a mantener el distanciamiento entre operarios de líneas de montaje; agilizar operaciones logísticas en comercio electrónico; extender el uso de cajas autoservicio en tiendas; procesar los préstamos de estímulo en los bancos; e incluso han ocupado el lugar de cocineros en locales de comida rápida.
Es probable que estas formas de automatización derivadas de la pandemia provoquen una pérdida de empleo muy superior a la que estimaban los economistas. Los más afectados serán los servicios gastronómicos, la venta minorista, la hotelería, la atención al cliente y el soporte empresarial; se trata ante todo de puestos de trabajo de baja remuneración de los que dependía una proporción importante del empleo antes de la pandemia.
El estudio de McKinsey sobre el futuro del trabajo predice que en Estados Unidos en 2030 puede haber 4,3 millones de empleos menos en gastronomía y atención al cliente y casi un millón de empleos menos en soporte empresarial que los que existirían si no fuera por la pandemia. Los ocho países incluidos en el estudio (Alemania, China, España, Estados Unidos, Francia, la India, Japón y el Reino Unido) muestran la misma pauta de reducción de la demanda de ocupaciones y empleos de baja remuneración. Se calcula que en estos países habrá alrededor de un 12% más de trabajadores obligados a cambiar de ocupación que lo que indicaban las proyecciones antes de la pandemia.
Por último, se prevé un crecimiento de la oferta de empleo en el 30% superior de la escala salarial (por ejemplo en atención médica y profesiones del área de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática). Pero estos puestos de trabajo demandan habilidades y estudios muy diferentes respecto de los empleos de baja remuneración que están desapareciendo. De modo que será prioritario ofrecer capacitación a los trabajadores que queden sin empleo.
La posible divergencia futura entre las demandas de habilidades y los empleos disponibles ofrece una ocasión para la transformación del trabajo, el mercado laboral y la organización de las tareas en empresas de todos los tamaños. Pero también refuerza la urgencia de financiar e implementar programas eficaces de capacitación y complementación de ingresos para quienes tengan que cambiar de ocupación, industria o ubicación geográfica.
Crear un futuro con «empleo de calidad» es posible. Pero como señala un nuevo informe de la Comisión para el Futuro del Trabajo del Estado de California, demandará inversión pública y privada en la capacitación de la fuerza laboral.
Columna redactada por: Laura Tyson y Susan Lund.
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