OPINIÓN - Navegar la desglobalización

Mohamed A. El-Erian
may 25, 2020

En lugar de librar una guerra de principio imposible de ganar, los defensores de la globalización deberían adoptar una estrategia más pragmática.

LAGUNA BEACH – Luego de haber sido abofeteado por dos grandes sacudidas en los últimos diez años, el cableado sumamente interconectado de la economía global está sufriendo una tercera crisis por culpa de la pandemia del COVID-19. La globalización así enfrenta una situación de tres golpes fallidos con el bate y afuera, lo que bien podría resultar en una desvinculación gradual pero bastante prolongada del comercio y la inversión, agudizando los vientos de frente seculares que ya enfrenta la economía global.

Los llamados a retomar el actual proceso de globalización casi con certeza caerán en oídos sordos –particularmente porque esta última sacudida será manejada simultáneamente por los gobiernos, las empresas y los hogares en los países desarrollados-. Quienes quieran preservar la globalización en el más largo plazo, en cambio, harían mejor en concentrarse en minimizar la alteración causada por el período inminente de desglobalización y sentar las bases para un proceso más sustentable de ahí en adelante.

Por empezar, ya resulta claro que muchas empresas buscarán alcanzar un equilibrio más adverso al riesgo entre eficiencia y resiliencia en tanto vayan saliendo de la dañina sacudida pandémica. El romance de varias décadas del mundo corporativo con las cadenas de suministro globales costo-eficientes y la gestión de inventario justo a tiempo dará lugar a una estrategia más localizada que implique repatriar ciertas actividades.

"El período posterior a la fase actual de gestión de crisis probablemente se caracterice por un juego de culpas intensificado, lo que sumará un impulso geopolítico a la desglobalización. Estados Unidos ya se queja de que China no hizo lo suficiente para contener la propagación del virus e informar a otros países de su severidad."

Esta inclinación se verá reforzada por los mandatos de los gobiernos de garantizar insumos más seguros para sectores considerados de interés para la seguridad nacional. Ya estamos viendo estos requerimientos en Estados Unidos para la generación de energía, las telecomunicaciones, los materiales de atención médica y los productos farmacéuticos. Es sólo cuestión de tiempo hasta que esta tendencia se propague a otros sectores y países.

El período posterior a la fase actual de gestión de crisis probablemente se caracterice por un juego de culpas intensificado, lo que sumará un impulso geopolítico a la desglobalización. Estados Unidos ya se queja de que China no hizo lo suficiente para contener la propagación del virus e informar a otros países de su severidad. Algunos políticos estadounidenses han llegado inclusive a exigirle a China el pago de reparaciones como resultado de ello. Y muchos en Estados Unidos y otras partes perciben la respuesta inicial de China al COVID-19 como otro ejemplo más de que el país no asume sus responsabilidades internacionales.

Es más, el agravamiento de la situación geopolítica probablemente intensifique el uso de las herramientas de política económica como un arma, algo que se había acelerado durante la reciente guerra comercial entre China y Estados Unidos –el segundo golpe reciente al proceso de globalización-. Esto a su vez confirmará los temores de muchas empresas multinacionales de que ya no podrán depender de dos suposiciones operativas clave: la integración e interconectividad cada vez más estrechas de la producción, el consumo y los flujos de inversión global; y la resolución ordenada y relativamente predecible de los conflictos comerciales y de inversión a través de instituciones multilaterales que apliquen el estado de derecho. 

"En este contexto, quienes aprecien el valor de la interconectividad transfronteriza para generar oportunidades económicas beneficiosas para todos y reducir el riesgo de importantes conflictos militares se sentirán inclinados a defender el status quo pre-pandémico."

La retórica anti-China de hoy también dará un impulso fresco al primer rechazo de la globalización que se produjo hace diez años. Algunos segmentos de la población se sentían alienados y marginados por el proceso y la reacción anti-establishment dio lugar en algunos lugares a movimientos políticos más extremos que han tenido algunos logros sorprendentes, principalmente el Brexit. Estos desenlaces debilitaron marcadamente la colaboración política global, como se hizo claramente evidente en la estrategia no coordinada del mundo para contener el COVID-19.

Éste no es un momento ideal para que la economía mundial experimente una desglobalización secular. La mayoría de los países, y prácticamente todos los segmentos de sus economías (empresas, gobiernos y hogares), saldrán de la crisis con niveles más elevados de deuda. A falta de una ronda importante de reestructuración de deuda, los países en desarrollo en particular verán afectada su capacidad de pago de esta deuda debido a los altos niveles de desempleo, el ingreso perdido, la desaceleración de la actividad económica y, quizás, un consumo menos dinámico.

En este contexto, quienes aprecien el valor de la interconectividad transfronteriza para generar oportunidades económicas beneficiosas para todos y reducir el riesgo de importantes conflictos militares se sentirán inclinados a defender el status quo pre-pandémico. Pero es poco probable que esta estrategia gane tracción en un momento en que los gobiernos se han vuelto más introspectivos en tanto combaten el daño directo e indirecto de la pandemia, las empresas todavía padecen las alteraciones de sus cadenas de suministro global y de sus mercados, y los hogares tienen una mayor sensación de inseguridad económica.

En lugar de librar una guerra de principio imposible de ganar, los defensores de la globalización deberían adoptar una estrategia más pragmática que se centre en dos prioridades. Primero, deberían encontrar maneras de gestionar un proceso ordenado y gradual de desglobalización parcial, que incluya evitar una caída en alteraciones que se autoalimentan y resultan en un dolor y un sufrimiento innecesarios para muchos. Segundo, deberían empezar a poner en marcha un cimiento más firme para relanzar un proceso de globalización más inclusivo y sustentable en el que el sector privado inevitablemente desempeñe un papel más importante de diseño e implementación.

Volviendo a la analogía del béisbol, este tercer ataque contra la globalización la ha enviado de vuelta al banco por ahora. Pero, como en el béisbol, habrá otra oportunidad al bate. El desafío ahora es utilizar el tiempo en el banco para entender mejor la situación y regresar más fuertes.

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