El Banco Mundial refleja nuestras aspiraciones

Ajay Banga
ago 2, 2023

El organismo multilateral debe adoptar una visión y misión nuevas a la altura de las aspiraciones que compartimos. Debe crear un mundo sin pobreza en un planeta vivible, superando las desconfianzas entre el norte y sur global  y fomentando la colaboración y cooperación para abordar desafíos monumentales como la vulnerabilidad, crisis climática y conflictos geopolíticos.

A los líderes del mundo los desafíos de la comunidad global les resultan, desafortunadamente, demasiado familiares: ausencia de avances en la lucha contra la pobreza, una crisis climática existencial, la incipiente recuperación de la pandemia y la guerra agobiante en las fronteras de Europa. Pero, bajo la superficie, una profunda desconfianza separa silenciosamente al Norte Global del Sur Global en un momento en que debiéramos unirlos si queremos que exista alguna posibilidad de superar esas crisis entrelazadas.

La frustración del Sur Global es entendible, en varios sentidos, esos países están pagando el precio de la prosperidad de otros. Cuando debieran estar en una fase ascendente, les preocupa que los recursos que les prometieron se desvíen hacia la reconstrucción de Ucrania; creen que sus aspiraciones están siendo limitadas porque las normas relacionadas con la energía no se aplican de manera universal, y les preocupa que una generación pujante quede atrapada en una prisión de pobreza.

Pero la realidad es que no podemos soportar otro período de crecimiento intensivo en emisiones. Debemos encontrar la manera de financiar un mundo distinto, con una resiliencia climática sólida, pandemias manejables, abundancia de alimentos, y en el que podamos derrotar a la fragilidad y la pobreza.

Los desafíos no respetan las de los mapas ni podemos resolverlos adecuadamente de manera poco sistemática. Nos afectan a todos... pero sentimos los efectos de manera diferente. En el Norte Global, el cambio climático implica reducir las emisiones, pero en el Sur Global se trata de una cuestión de supervivencia (debido a que los huracanes son más fuertes, escasean las semillas resistentes al calor, las sequías destruyen granjas y pueblos, y las inundaciones arrastran con ellas décadas de progreso).

En medio de todo eso está el Banco Mundial. Aunque el mundo cuestiona su relevancia, espera que esta institución de 78 años de edad genere soluciones a gran escala. Para ello el Banco debe adoptar una visión y misión nuevas a la altura de las aspiraciones que compartimos. En mi opinión, la visión para el Banco Mundial es simple: crear un mundo sin pobreza en un planeta vivible.

Pero esa visión se ve amenazada por las crisis entrelazadas... y corremos contra reloj. Esta urgencia nos motiva a diseñar nuevas estrategias que impulsen un desarrollo significativo para mejorar el empleo y la calidad de vida de la gente.

Esas estrategias deben extenderse a todos, mujeres y jóvenes incluidos, y sostener un desarrollo capaz de recuperarse frente a impactos como los relacionados con el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, las pandemias, y los conflictos y la fragilidad. También deben ser sostenibles y procurar un crecimiento económico y una creación de empleo sostenidos, mejoras en salud y educación, gestión fiscal y de la deuda creíbles, seguridad alimentaria, acceso al aire y agua limpios, y energía asequible.

Quienes estudiamos al Banco Mundial sabemos que merece admiración: surgió del conflicto para canalizar las energías de los países de la guerra hacia la búsqueda de la paz; pero su historia y legado no pueden ayudarnos ahora, el Banco debe legitimarse diariamente a través de su impacto.

La semana que viene un grupo diverso de líderes de las 20 mayores economías del mundo se reunirá en la India para el Encuentro de los Ministros de Finanzas y Gobernadores de los Bancos Centrales del G20. La agenda incluye la reforma de todos los bancos multilaterales de desarrollo bajo el paraguas de lo que llamamos Hoja de Ruta para la Evolución.

Su implementación no puede ser lo mismo de siempre, debemos actuar con urgencia y propósito, y con un nivel de esfuerzo similar al de una guerra. El Banco Mundial está abrazando este período de cambio.

Ya estamos trabajando para identificar nuevas formas de aumentar la eficiencia, que nos permitirán conseguir más en menos tiempo: fomentar los resultados en vez de los insumos, y garantizar que no solo nos centremos en ofrecer dinero, sino en cuantas niñas asisten a la escuela, cuántos puestos de trabajo se crean, cuántas toneladas de emisiones de dióxido de carbono se evitan, y cuanto dólares se movilizan desde el sector privado.

Desarrollamos un plan de trabajo para aprovechar cada dólar lo más posible sin descuidar nuestra calificación de máxima calidad crediticia (AAA). Estamos haciendo un esfuerzo extra para ampliar nuestra capacidad de préstamo, buscando la manera de apalancar el capital suscrito no desembolsado y creando nuevos mecanismos como el capital híbrido, que podrían liberar recursos incalculables para lograr resultados. Estamos tratando de ampliar el financiamiento preferencial para ayudar a que más países con bajos ingresos cumplan sus metas de desarrollo, mientras buscamos usos creativos que generen incentivos para la cooperación más allá de las fronteras y solucionen los desafíos compartidos.

Pero según casi todas las estimaciones queda claro que el progreso adecuado requiere billones de dólares por año. Por eso estamos abriendo las puertas a socios del sector privado, trabajando en simultáneo para apoyar el progreso significativo y sostenible que hasta ahora nos resultó esquivo.

Movilizar los recursos necesarios para generar crecimiento y empleo, la mejor forma de reducir la pobreza según sabemos, es un trabajo arduo que pondrá a prueba nuestra capacidad y sinceridad compartida. Afortunadamente, nuestra institución está diseñada para asumir desafíos difíciles. Pero aunque estamos decididos a crear un Banco mejor, con el tiempo hará falta un Banco mayor.

El Banco Mundial es meramente un instrumento que refleja en última instancia las aspiraciones de aquellos de cuya generosidad depende, y el progreso que buscamos tiene un costo. Pero si hay algo de sabiduría en sus orígenes, es que para enfrentar los desafíos monumentales es necesaria una respuesta unificada y a gran escala.

Demorar el desarrollo significa negarlo, por eso debemos superar los efectos del multilateralismo ineficiente, la competencia geopolítica y la desconfianza que se ha generalizado en el Sur Global. El Banco Mundial debe ser un refugio frente a esas fuerzas, un santuario de cooperación, colaboración y creatividad. Podemos construir ese Banco, podemos hacer grandes cosas juntos. Podemos erradicar la pobreza en un planeta vivible.

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