Los bancos multilaterales de desarrollo y los gobiernos pueden (y deben) hacer más para alentar la inversión climática en los países en desarrollo. El financiamiento preferencial, subsidios incluidos, para movilizar inversiones cuyos beneficios son globales son solo parte de las iniciativas para lograr el objetivo de tener emisiones netas nulas a mediados de siglo.
Las estimaciones recientes sugieren que los países en desarrollo necesitarán 1 billón de dólares de financiamiento climático externo anual para 2025 y 2,4 billones anuales para 2030, para alcanzar las metas consagradas en el acuerdo climático de París; pero no lograrán cumplirlas a menos que las instituciones financieras internacionales y los gobiernos generen mayores incentivos, prestando atención especial a tres áreas clave.
En primer lugar, el mundo necesita un proceso internacional más robusto y sistemático para descubrir los precios de las nuevas ofertas, como las compensaciones de emisiones de carbono, el hidrógeno verde, la captura directa de carbono y los acumuladores. Debido a que los mecanismos de descubrimiento de precios actualmente varían de un país a otro, la comunidad internacional debe unirse para establecer un marco de trabajo integral que permita los contratos de compra de producción futura (precompra) y ayude así a los productores de energías limpias a atraer más inversiones para evitar las situaciones «del huevo y la gallina» que muchos sufren actualmente.
Es fundamental que el carbono tenga un precio internacional creíble para direccionar las inversiones hacia proyectos de energías limpias y reducir en forma gradual —y, en última instancia, eliminar— los subsidios a los combustibles fósiles. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) del pasado noviembre, Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, destacó que el precio del carbono debe aumentar a 75 dólares por tonelada para 2030 para impeler a los consumidores y empresas a cambiar su comportamiento; pero en 2021, el precio mundial promedio del carbono solo fue de 3 dólares por tonelada (aunque en algunas regiones fue mucho mayor). Para llevarlo a USD 75, los responsables de las políticas tendrán que trabajar estrechamente a escala mundial y buscar la manera de convencer a los detractores.
Una segunda cuestión importante es establecer garantías crediticias multisoberanas, necesarias para fortalecer la solvencia de los proyectos de energía limpia y atraer más capital privado a los países en desarrollo. Para aprovechar al máximo el potencial de ese mecanismo serán necesarias normas de evaluación. Del mismo modo, para aumentar los montos del financiamiento climático son necesarias tasas preferenciales para las empresas y entidades involucradas en la transición hacia a las energías limpias. El papel que pueden desempeñar el FMI y los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) en este caso es significativo, al igual que el de los bancos nacionales a escala local.
Se deben aplicar garantías multisoberanas y otras iniciativas para las finanzas climáticas en las distintas regiones, y distribuirlas en toda la cadena de valor, desde la minería de materiales y la fabricación de equipos hasta la generación y el transporte de energías limpias. Para alcanzar la escala necesaria habrá que reformar los acuerdos distributivos entre los prestamistas multilaterales y las normas sobre tolerancia de riesgos, al igual que aumentar la velocidad de los desembolsos y la transparencia sobre los datos de las inversiones.
Finalmente, la comunidad internacional debe forjar un consenso sobre las normas de inversión verde. Una propuesta de mayo de 2022 para una norma sobre el hidrógeno verde fue un paso en la dirección correcta, pero aún queda por verse si todos la aprobarán y adaptarán. Yendo más al grano, el mundo debe ponerse de acuerdo sobre las normas de mitigación de emisiones en áreas como la captura de carbono y las «compensaciones» de las emisiones, una prioridad urgente que los gobiernos debieran tratar en las reuniones del G20 o la COP28 este año.
Mi país, la India, logró enormes avances en las energías renovables en los últimos años y se convirtió en el tercer mayor mercado de energías renovables del mundo. Como el gobierno fijó la meta de emisiones netas nulas para 2070, las cosas está avanzando rápidamente. Desde la COP26 en noviembre de 2021, la India introdujo un plan nacional de hidrógeno y estableció nuevos incentivos para los fabricantes de vehículos eléctricos y baterías.
Mi empresa, ReNew Power, logró aumentar la escala de su cartera de activos de energías limpias hasta los 13 gigavatios y adelantó 10 años su meta de neutralidad de carbono (a 2040). Sin embargo, la India sigue siendo el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero y gran parte de sus inversiones en energías limpias han sido locales. Independientemente cuan sólidos sean nuestro compromisos climáticos, los países como la India necesitan apoyo externo para abandonar las fuentes energéticas tradicionales como el carbón.
La COP27 logró un gran avance con el acuerdo a último minuto del fondo para «pérdidas y daños» para apoyar a los países en desarrollo más golpeados por los desastres relacionados con el clima; pero los BMD y los gobiernos pueden (y deben) hacer más para alentar la inversión climática en los países en desarrollo. Por su parte, los BMD deben utilizar más el financiamiento preferencial, subsidios incluidos, para movilizar inversiones cuyos beneficios son globales. Asistir a los países de ingresos medios para que dejen de usar del carbón debe ser una de las principales prioridades, junto con la oferta de mejores condiciones para el endeudamiento y la eliminación de riesgos para las inversiones en energías limpias en los países en desarrollo.
Si los gobiernos y las instituciones financieras mundiales no aumentan el impulso, corremos el riesgo de que para cuando mejoren las condiciones económicas mundiales la ventana para lograr emisiones netas nulas a mediados de siglo ya se haya cerrado... debemos evitarlo.