Un momento macroeconómico peligroso

Eswar Prasad
abr 24, 2023

Los riesgos globales se están multiplicando y propagando, y los encargados de llevar a cabo políticas económicas, especialmente los bancos centrales, ya no encuentran espacio de maniobra, a medida que alcanzan los límites de sus poderes.

La economía mundial está pasando por un momento peligroso, a medida que una inflación tercamente alta, las quiebras de bancos y las tensiones geopolíticas amenazan con descarrilar el crecimiento. En unos cuantos países la situación es más positiva, como China y la India, en donde se proyecta un crecimiento de 5% y 6,5% para este año, respectivamente. Como lo demuestra la última actualización de los Índices de Seguimiento de la Recuperación Económica Global (TIGER, por sus siglas en inglés) de Brookings-Financial Times, la proliferación de riesgos y el endurecimiento de las condiciones financieras se están reflejando en la confianza y la inversión de empresas y consumidores.

En la mayoría de las economías la inflación parece haber llegado a su máximo, tras la flexibilización de las limitaciones al suministro, el debilitamiento de la demanda y la desaparición de algunos factores transitorios, como el alza en los precios de la energía del año pasado. Aun así, la persistencia de índices inflacionarios por sobre los objetivos dejó a muchos bancos centrales con poco espacio, excepto continuar poniendo restricciones, aunque con menos dinamismo que antes. En algunas economías avanzadas, incluidos los Estados Unidos, las complicaciones en el sector bancario han socavado la confianza del sector privado y podrían entorpecer el crecimiento más allá de este año si las acompañan condiciones financieras más restrictivas.

La economía estadounidense sigue mostrando una sorprendente resiliencia a pesar de numerosos vientos en contra, con un nivel de empleo y una demanda de los consumidores que todavía crece con solidez. Sin embargo, el colapso del Silicon Valley Bank y el Signature Bank el pasado mes presagia más problemas en el futuro. Incluso si las autoridades se las arreglan para evitar los riesgos sistémicos, puede que resulte afectada la ya debilitada confianza de los consumidores y las empresas. En momentos en que las expectativas inflacionarias están reduciéndose, no se puede descartar un aterrizaje “blando”, pero eso depende de cuán rápido la Reserva Federal intente empujar la inflación hacia el objetivo establecido, al tiempo que busca limitar más daños al sector financiero. Además, la inminente confrontación sobre el techo de la deuda federal podría perturbar los mercados mundiales y afectar adversamente el crecimiento.

La eurozona y el Reino Unido parecen haber dejado atrás lo peor de la crisis, aunque no hay certeza de que experimenten una recuperación sólida. Las temperaturas más templadas y la baja de los precios de la energía ayudaron a ambas economías a pasar un invierno difícil, pero la alta inflación ha obligado a adoptar duras decisiones de políticas, en un contexto agravado por un anémico crecimiento del PIB.

En Japón, el consumo interno y las exportaciones siguen estancados. Si persisten los índices inflacionarios por sobre el objetivo establecido, el Banco de Japón podría enfrentar presiones para revertir el control de la curva de rendimiento y abandonar la política de tasas de interés negativas, que ha mantenido débil al yen y hecho posible un apoyo limitado a la demanda interna.

Las economías de bajos ingresos y de frontera son las que más están siendo afectadas, porque sufren un cóctel triple de crecientes costes de servicio de la deuda, débil demanda de exportaciones y espacio limitado para implementar ajustes de políticas. Sin embargo, las principales economías emergentes se han sostenido bastante bien, a pesar de que algunas han tenido una alta inflación y un debilitamiento de sus monedas con respecto al dólar. La resiliencia general de los mercados emergentes da fe de su dinamismo inherente, las mejoras en sus marcos normativos y su menor vulnerabilidad a shocks externos, debido a sus menores niveles de deuda externa denominada en moneda extranjera y sus considerables reservas en divisas.

China, tras haber dejado atrás su política de cero COVID y los efectos negativos de su abrupta revocación en diciembre pasado, parece lista para alcanzar su objetivo de crecimiento de alrededor del 5% fijado para este año, incluso si el ritmo se ralentiza. Después de un año turbulento, el mercado inmobiliario sigue aquejado por los precios a la baja, lo que podría afectar la demanda e inversión de los hogares. Pero el gobierno ha dado señales de su compromiso con la estabilidad económica al optar por la continuidad en algunos cargos esenciales, como el gobernador del banco central y el ministro de finanzas. No obstante, estos nombramientos no harán desaparecer las inquietudes sobre el renovado dirigismo de las autoridades, en que el sector privado está sujeto a un control cada vez más restrictivo.

La India está en condiciones de lograr otro año de sólido crecimiento, puesto que las reformas económicas anteriores ya están rindiendo frutos, si bien la demanda interna está mostrando señales de ir a la baja. La alta inflación (aunque en declive) ha dejado al banco central con poco margen de maniobra, y el gobierno ha redestinado parte de su gasto a apoyar la demanda mientras, al mismo tiempo, apunta a la disciplina fiscal. Pero la larga agenda de reformas de país sigue sin completarse, y el sistema bancario tiene una alta carga de deuda morosa, lo que obstaculizará la inversión privada.

Teniendo que cargar con varios factores locales y externos, Brasil y Rusia probablemente registrarán un crecimiento modesto, como mucho. Las críticas al banco central por parte de la administración del Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva podrían afectar la economía y generar volatilidad en los mercados financieros. La economía de Rusia, que el año pasado tambaleaba en respuesta a las sanciones y otras repercusiones de su guerra en Ucrania, parece haberse estabilizado.

En otros países, algunas economías de ingresos bajos y medios con altos niveles de deuda denominada en monedas extranjeras y grandes déficits de cuenta corriente, como Ghana y Sri Lanka, se encuentran vulnerables a las condiciones restrictivas de los mercados financieros globales, fragilidades exacerbadas por las políticas internas erráticas de países como Turquía y Venezuela. A estas presiones podrían añadirse un dólar fuerte, reforzado por alzas adicionales de la tasa de interés por parte de la Fed y quizás también una búsqueda de seguridad si continúa la crisis. En momentos de debilidad de la demanda global, ni la depreciación de la moneda ni el aumento de las exportaciones protegerán a estas economías.

Los riesgos globales se están multiplicando y propagando, y los encargados de llevar a cabo políticas económicas, especialmente los bancos centrales, ya no encuentran espacio de maniobra, a medida que alcanzan los límites de sus poderes. Si bien las políticas monetarias de las grandes economías han evitado el colapso del crecimiento económico, también han dejado al descubierto serias debilidades financieras que se añaden a las inquietudes sobre el crecimiento de mediano plazo. Para estas y muchas otras economías, adoptar reformas financieras, laborales y del lado de la oferta que mejoren la productividad es la mejor manera de volver a dar solidez a la confianza del sector privado e impulsar una prosperidad duradera.

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