Los bancos seguirán confinados al negocio de los pagos, al menos hasta que lleguen las monedas digitales de los bancos centrales, y también se transfiera ese negocio a los banqueros centrales que causan bancarrotas.
¿Confirman los nuevos “rescates” de bancos que el capitalismo no funciona? Para algunos comentaristas, parece que sí. Pero, ¿a qué capitalismo se refieren? Desde hace mucho en la banca, uno de los sectores más regulados, no quedan rastros de la disciplina de mercado ni del capitalismo. Después de las tribulaciones del Banco Popular, entre otros, la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) es otro caso en el que una institución colapsó de la noche a la mañana sin haber infringido ninguna de las normas de prudencia que debía acatar.
La crisis financiera de 2008 expuso los horribles errores que habían cometido los reguladores bancarios en los años anteriores, pero en vez de corregirlos y luego procurar entender claramente por qué fueron cometidos y como se los podía evitar en el futuro, los políticos y el público exigieron en ese momento que las autoridades de supervisión simplemente redoblaran la regulación. Eso hicieron entonces… y ahora vemos los resultados.
El principal error en la regulación de la banca contemporánea es que solo se exige un margen de capital ínfimo. Es un artefacto de una era pasada. Se basa en el capital que tenían los bancos zombi japoneses a mediados de la década de 1990 y refleja el deseo de quienes escribieron las normas de Basilea (el marco regulatorio bancario internacional) de evitar que sus colegas del Banco de Japón pasaran vergüenza.
Después de la crisis financiera mundial, reconocer la extensión de este error volvió a resultar excesivamente incómodo, por lo que los responsables de las políticas y reguladores acordaron un enfoque más gradual. Así, desde 2007, la proporción del capital en los activos totales aumentó menos del 30 % en Europa y Estados Unidos. Es cierto, la mejora de los coeficientes de Nivel 1 (la razón entre la suma del capital accionario y las reservas, y los activos ponderados por riesgo) fue mayor, pero eso se consiguió en gran medida ajustando las normas para el cálculo del numerador y el denominador. El capital se hubiera triplicado si se obligaba a los bancos a mantener la misma proporción que los fondos de cobertura aplican voluntariamente para el mismo nivel de riesgo.
Miremos al SVB. Tenía USD 200 000 millones en activos, de los cuales mantenía USD 86 000 millones en valores respaldados por hipotecas residenciales con vencimientos mayores a 10 años y posiciones estructuradas al vencimiento. Con una valoración justa, sin embargo, estos papeles solo valían USD71000 millones, lo que implica una pérdida de USD15000 millones. Eso fue más que suficiente para borrar de un plumazo los USD12000 millones de capital del banco y quedó claramente reflejado en sus estados contables de 2022.
En la práctica, la normativa «prudencial» prevalente permitió que el SVB apalancara su capital más de 10 veces sobre el valor en libros de esos activos riesgosos. Considerando la volatilidad de los activos, es una locura. Ni siquiera un fondo de cobertura agresivo hubiera apalancado esas tenencias al triple, pero se permitió que el SVB operara y publicara un coeficiente de Nivel 1 del 12 %, bien dentro de los límites «prudenciales».
Eso nos lleva al segundo error importante que no se corrigió en la regulación bancaria: se supone que la solvencia depende de la tenencia hasta el vencimiento. Incluso los expertos bancarios conservadores como John Vickers, ex economista jefe del Banco de Inglaterra, parecen aceptarlo. ¿Pero dejaría Vickers sus depósitos en un banco insolvente a precios de mercado? No, no lo haría... y tampoco lo hicieron los depositantes del SVB. Cuando finalmente se dieron cuenta de lo que debieron haber visto claramente muchos meses antes, trataron de retirar su dinero lo antes posible.
Pareciera que este problema solo se da en EE. UU. En Europa regulamos los pasivos (con el coeficiente de financiación estable neta) y los activos (con el coeficiente de cobertura de liquidez), por lo que este desajuste no debiera ocurrir; pero independientemente del consuelo que ofrece esta situación, también implica que las autoridades eliminaron, a fuerza de regulaciones, al mercado de préstamos interbancarios (y probablemente también a los bancos). ¿Quién dejará sus depósitos en un banco que solo puede obtener rendimientos inferiores a los de los activos líquidos de alta calidad en los que los bancos y los propios depositantes pueden invertir? Los bancos seguirán confinados al negocio de los pagos, al menos hasta que lleguen las monedas digitales de los bancos centrales, y también se transfiera ese negocio a los banqueros centrales que causan bancarrotas.
¿Queremos capitalismo o no? Si lo queremos, debemos eliminar las normas (y a los reguladores) que no funcionaron, y poner fin al statu quo según el cual los responsables de los bancos centrales controlan políticas monetarias con efectos prolongados, variables y desfasados, que inciden sobre las condiciones económicas futuras que no pueden predecir.
También debemos dejar de pensar que los depósitos bancarios son el único activo financiero cuyo precio se mantiene a la par y está garantizado por el Estado paternalista. Si los bancos se financiaran con certificados de depósito comerciables, las crisis como la actual dejarían de existir. Los CD del SVB podrían tener un precio del 85 % debido a la incertidumbre implica una liquidación o recapitalización, pero nunca hubiera habido una corrida bancaria. Las corridas ocurren solo porque el primer 85 % de la gente recibe los depósitos a la par y el último 15 %, nada.