La implicancia de esta divisa surge de su calidad como herramienta de protección en momentos de crisis.
La guerra en Yemen, Palestina, Irak, entre otros países cercanos a Asia, África y Europa, ha dado nombre al llamado “conflicto de Medio Oriente”. La tensión, lejos de mantenerse focalizada, se expande a otros bloques. Llegado un punto, muchos inversionistas globales buscan refugio frente a la incertidumbre política. Por ejemplo, el dólar y el oro.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Medio Oriente se agrupa en función de la “homogeneidad geográfica y climática”. Con cuatro subregiones, incluye los territorios de la Península Árabe, el Cáucaso, la República Islámica de Irán y el llamado Cercano Oriente.
Históricamente, la economía de muchos de estos países se ha sustentado en el petróleo. Aunque se mantiene así, el vaivén del precio de esta materia prima ha ido perdiendo cierto peso dentro del mundo. Con la transición de las grandes empresas hacia una perspectiva sostenible, y tras el exponencial uso de fuentes renovables de energía, la vulnerabilidad de los países externos frente al costo de este recurso ha decaído.
En relación con lo anterior, el efecto de las guerras de Medio Oriente en el dólar no tiene mucho que ver con su tipo de cambio, la implicancia de esta divisa surge de su calidad como herramienta de protección en momentos de crisis, para las personas, empresas u organizaciones que interactúan en el mercado. Desde la perspectiva económica internacional, observar el movimiento del dólar frente a otras monedas se ha dado como una forma de apreciación de esta. Puesto que, ante la incertidumbre geopolítica, el dólar gana terreno en los mercados globales.
Una de las principales consecuencias económicas de la guerra son las represalias o embargos que se generan, con un significativo impacto en la economía global. Un embargo corresponde al bloqueo del comercio de ciertos productos de un país, durante un periodo definido. Para comprender los alcances de un veto comercial, se puede ejemplificar con la conocida Crisis del Petróleo.
Este conflicto, que estalló a principios de los 70 durante el día del Perdón (o Yom Kipur), empezó cuando las tropas de países árabes vecinos lanzaron una ofensiva contra Israel. Al cabo de tres semanas, con ayuda de Estados Unidos, Israel se impuso en el conflicto. Sin embargo, los principales países productores de petróleo bloquearon los envíos de esta materia prima en represalia, generando una significativa crisis económica.
De igual manera, actualmente, los embargos afectan directamente a la cadena de suministros. Al cerrar los puertos, muchas rutas quedan imposibilitadas, lo que deriva en mermas y secuelas para el comercio internacional. Esta seguidilla de acontecimientos despierta la inestabilidad geopolítica y lleva a los inversores globales a buscar refugio en activos financieros seguros, como el dólar y el oro. Otras opciones son los bonos del Tesoro estadounidenses y monedas duras como el franco suizo y el yen.