"El diseño de mercados también será crucial para resolver el problema de la asignación del agua".
STANFORD– En 2010, Estados Unidos enfrentó un difícil problema de asignación de recursos. Estaba en aumento la demanda de uno que era esencial para la vida diaria, pero la oferta disponible la ocupaban usuarios establecidos que habían construido una importante industria alrededor. Además, no había posibilidad de hacer una transferencia gradual hacia usos nuevos. ¿Podían nuevas reglas aliviar la creciente escasez y al mismo tiempo respetar los derechos de los usuarios establecidos y permitir una reasignación voluntaria colectiva?
El recurso en cuestión no era el agua, sino el espectro de frecuencias electromagnéticas usado por la telefonía móvil e inteligente y las comunicaciones de emergencia. El uso creciente de aplicaciones móviles, videollamadas y streaming de películas había aumentado la demanda de espectro, pero como la franja que hubiera sido ideal para esas aplicaciones ya la ocupaba una fragmentada industria televisiva, no había ancho de banda suficiente para la telefonía móvil.
Nuestra empresa, Auctionomics, aconsejó al Congreso y a la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos resolver el problema mediante una serie de cambios que culminaron en una subasta de espectro. La idea era comprar espectro asignado a usos de radiodifusión menos valiosos y venderlo a proveedores de aplicaciones móviles, con amplia protección de los usuarios establecidos que quisieran continuar con los usos tradicionales. La subasta (celebrada en 2016 y 2017) permitió comprar una importante porción del espectro, reasignarla a usos más valiosos y obtener 19 000 millones de dólares de recaudación bruta.
El éxito de esta iniciativa demuestra el poder y el potencial del diseño de mercados para crear y refinar ámbitos de intercambio que mejoren la asignación de recursos escasos. El diseño de la subasta fue acompañado por importantes cambios legislativos que facilitaban la compraventa de derechos sobre el espectro, al tiempo que los usuarios establecidos que lo desearan podrían seguir operando con mínimos trastornos.
Esta estrategia se puede aplicar a muchas situaciones, entre las que se destaca la gestión ambiental. Conforme surjan nuevas escaseces será necesario reasignar recursos prestando mucha atención a los problemas sociales y ambientales y a los intereses de los usuarios establecidos, que se resistirán a cambios que estimen perjudiciales. El diseño de mercados, un importante subcampo de la economía surgido en los últimos 25 años, provee una nueva teoría económica, algoritmos relacionados, evidencia empírica y ejemplos del modo de implementar soluciones eficaces.
La metodología de diseño de mercados ya resolvió varios problemas importantes habituales en la asignación de recursos. Las aplicaciones incluyen la publicidad en Internet (para presentar avisos apropiados y relacionados con los intereses del usuario), el transplante de órganos (para buscar donantes compatibles con un ser amado), la asignación de residencias médicas (relacionar a los nuevos doctores con sus primeros puestos de trabajo) y la donación de alimentos (aprovisionamiento de bancos de comida locales con los artículos más necesarios).
Este mismo corpus teórico y práctico puede adaptarse a otros problemas de asignación de recursos según vayan surgiendo y evolucionando. Por ejemplo, el diseño de mercados puede ayudar a resolver la escasez de vacunas contra la COVID‑19, mediante el intercambio de ingredientes y suministros necesarios para la producción (filtros, cánulas, contenedores plásticos, etc.).
En tanto, instrumentos financieros basados en criptomonedas han introducido diseños descentralizados con transacciones totalmente automatizadas. Serán necesarios nuevos cambios a las subastas de espectro para adaptarlas a las tecnologías 5G, a Internet de las Cosas en pequeña escala y a aplicaciones de inteligencia artificial. Y el éxito de los programas de asignación y compraventa de licencias (para la emisión de dióxido de carbono, pesquerías y una variedad de bienes ambientales) dependerá de la capacidad de los reguladores para definir los productos negociables y fijar reglas que alienten la participación y al mismo tiempo promuevan los objetivos sociales.
El diseño de mercados también será crucial para resolver el problema de la asignación del agua. En gran parte del mundo, el derecho al uso de agua dulce (superficial y subterránea) ya está asignado a ciudades, agricultores y usuarios industriales según complejas pautas tradicionales. En algunos casos, no es posible vender esos derechos sin autorización del gobierno (y algunas jurisdicciones lo prohíben por entero).
Estas restricciones y normas históricas han producido asignaciones muy ineficientes. Puede ocurrir que una ciudad que ha crecido y necesita más agua no la tenga, aun siendo los usos urbanos y residenciales mucho más valiosos que los usos rurales a los que reemplazarán. Ciertas empresas industriales cuyo derecho al agua se calcula según la demanda histórica pueden tener un incentivo para usar más de la necesaria (incluso durante una sequía) con tal de no perder el derecho a futuras asignaciones. Donde la compraventa de derechos está limitada o prohibida, la falta de señales de precios adecuadas dificulta incluso determinar los usos más valiosos. Y es de prever que la demanda de agua aumentará y se transformará conforme el cambio climático siga alterando las pautas de uso históricas.
El éxito de las subastas de espectro en Estados Unidos ofrece un modelo de solución. En vez de revocar en forma unilateral los derechos de los usuarios establecidos, el Congreso los redefinió para hacer posible y sencilla su compraventa; luego dejó que los licenciatarios decidieran por sí mismos si querían mantener los usos anteriores o abstenerse de participar. Las licencias vendidas se reconfiguraron para habilitar nuevos usos y mecanismos de compraventa eficientes, y las que no se vendieron mantuvieron su validez para las aplicaciones ya existentes.
Es posible una reorganización similar de los derechos sobre el agua que proteja a los usuarios establecidos que no quieran venderlos y al mismo tiempo cree derechos negociables para otros usuarios, que habilitarán el flujo de agua a los usos más valiosos. Obligar a participar a todos los usuarios actuales generará sin duda obstáculos legales y oposición política, pero un mercado plenamente voluntario basado en los mismos principios que el del espectro electromagnético puede tener en cuenta los intereses de quienes se opongan y al mismo tiempo generar una mejora drástica de la asignación de derechos sobre el agua. Además, una parte del valor liberado por las reasignaciones puede usarse para compensar desigualdades (por ejemplo, otorgando créditos a localidades rurales o pequeños agricultores para que puedan obtener los recursos hídricos que necesitan).
Una asignación eficiente y justa del agua demanda innovación, colaboración y regulación. En este y otros ámbitos, el diseño de mercados pone la teoría económica práctica al servicio del otorgamiento de derechos y de la introducción de reglas y algoritmos eficaces. De tal modo es posible tener en cuenta los intereses de los diversos participantes del mercado, aprovechar las nuevas tecnologías y maximizar el bien público.
Columna redactada por: Paul Milgrom y Silvia Console Battilana.
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